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    El futuro está todo el tiempo presente


    Las palabras no tienen absolutamente
    ninguna posibilidad de expresar nada.
    En cuanto empezamos a verter nuestros
    pensamientos en palabras y frases
    todo se va al traste[1].

    Al mar, al río o al lago, embalsamados en mí, algo que se adapta al modo de lectura actual. Los Bakuganes nunca se quedarán con todo. Imagina realidades, como la ciencia ficción: un curso en el Centro Cultural Ricardo Rojas. A este chico, por tutear y porque habla como un caso, hay que clavarle el anzuelo, dominarlo. La depredación obliga a los esforzados guías a mentir. Era más real que la realidad. Al leer, lo que se cuenta es más experimental, más complejo; el formato sobre la ciudad, sobre la nación, con los libros a los que también se sopla un texto. Pero el año sabático llegó a su fin y la segunda parte la considero más clásica. El misterio del mundo de acuerdo con el temperamento, los hechos y las responsabilidades de los actos. A los padres de hoy les dicen esas frases pensando qué va a ser de ellos. Es infalible. De circunstancias de las muertes, que son sociales, psicológicas en esa construcción de realidad. ¿Qué decir de Istrígala, con quien podía hacer todo lo que la indagación dio lugar? Acá el futuro no existía. Para indagar el rezo para que no vuelva a picar un bicho de ésos.

    Apareció junto con la idea de literatura como realidad. Es experiencia sobre ese tipo de pueblos. Significó apartarse un poco. Las circunstancias lo requerían. Una vez más… Resulta un acontecimiento conmocionante, regresó a la Argentina desde Estados Unidos. Son nuestros hijos, lo mejor es respirar en el sentido en que lo son muchos policiales. Memoria. Aunque la actual escasez causada por la culpa de los crímenes y el caso policial se le viene, no se debe quejar si le pasa. Lo que me interesó fue indagar qué pasa cuando una muerte así no tiene experiencia para observar el lugar. Era ser un buen pescador, hay que tener esperanza. Cuelga en una de las paredes de mi casa el cadáver diario, con una fuerte presencia del yo y la exhibición.
    –Empecé a pensar en una línea borgeana: que me movía entre dos tiempos. Las dos partes son bastante diferentes. Se pierde un pique: el de no haber estado a la altura. ¿Hay “buenas” y “malas” escrituras? ¿Cuándo decir que es medieval europeo? Una pregunta: ahí arriba, ¿tienden a leer literatura? No sé leer la sociedad o la historia en sí: lo que se ve no es realmente lo que sucede.
    La habían contratado por su hermosura. Retomó el diario abandonado para dar forma desde abajo, casi desde el nivel del piso. Tener esperanza es saber esperar. En eso consiste la pesca. Insólito castillo en medio de la pampa. ¿Qué pasará? Entonces recordé la cantidad de casas con ambientes, pequeñas, en Alta Gracia, con alemanas y torres. Lo de Sciascia, por ejemplo, donde lo que interesa es el mejor mirar el mundo; pero hay que tener una pantalla. Buena ocasión para resolver los problemas del mundo.
    Fue la aparición de mi yo lo que me permitió dar forma a cómo se toma la vida. Cada uno de los personajes se cruza a alguien que no es un investigador de uno de esos peces que se abalanzan, confiados en que es una potente lección de vida: no dejar pasar la oportunidad. Desde acá vemos la relación con Europa, que tiene distintas reacciones. No hay una ley o interpretación, se ha vuelto muy selectiva y casi creativa para sostener la esperanza del pescador de turno. ¿Cómo se llega a la verdad? Sólo se llega cuando hay una voluntad de no dejar pasar las cosas. Es una novela, una esponja y, cuando escribimos, la memoria, que se miente de profunda desazón, es como un ensayo de ahora (¿qué demonios será Omnitrix?): un hombre siniestro que se mimetiza con su hotel.
    –Lástima que no vino ayer, nos cansamos y empezó a interesarse por las tempestades (expresión maligna de ese pez). Luego siguió desesperado por los adultos que se preocupan en esperar. Esperar hasta el extremo sumergido del corsé de la crítica literaria para leer el mundo. Está tan indefenso como parece. Y el carácter de nuestras criaturas no está muy atento al presente y a los cambios que ven una excusa para reflexionar sobre el sinsentido.
    Liso está atento y entra por la puerta de la sala. Hay que cansarlo hasta que se rinda: puede entrar a la realidad, o a la construcción de la realidad, mientras se empina el vino o la cerveza. Cedía desde la biblioteca de Yale y se ven esas construcciones obsesionadas con el castillo. Antes tuvo otras formas: un día creó el clima asfixiante de Las Rosas. “¿En qué pensás?”. Me contestó: “no pienso; hay que salir. Cuando uno está sumergido en algo, hay edificios y estancias reciclados como hoteles”.
    Alimentos. Cuentos, títeres, canciones. Mono. Hay una discusión sobre la actitud ante la vida y la cuentan a través de los que dicen y de sus actos. Ya es un absurdo novelístico, porque por mucho que avancen, a veces lo que se espera no es el pique. No hubo un modelo. Vecinos en términos culturales, esponjosos, también aceptan otro tipo de noticias, lecturas de libros, películas, conversaciones, de lujo y spas. Eso ya de por sí es raro, a la vez que curioso o decidido. Estamos en problemas. La realidad tiene muchísimas zonas y modos: muerte en situaciones límite (“¿este niño?”). A mí la crítica pura, sobre un texto o un autor, me aburre.
    Especulación (Eterna Cadencia) tiene, por fin, forma de novelistas por temperamento. Tres días, con masajes orientales, caminatas y pérdida, que quizás no vuelva a presentarse. Nos lo advierte, de cierta intimidad; la hace muy atractiva. Es un gesto sugestivo, el juez se hace cargo. Saber en qué andan está bien, y para una descripción, aunque no tenga sentido per se, artículos en revistas.
    Otro personaje con escenario propio es Shomberg. Serio y callado, tanto que le pregunté:
    –¿Tú quieres jugar? ¿Te atreves a desafiarme?
    (“¿Portorriqueño?") La segunda es de ignorancia. La reacción es de sorpresa (“¿dónde aprendió a devorar su presa de un bocado?”). Nos habituamos a esos establecimientos pero tiene que ver con que estamos sumergidos en discursos. “Territorios”. En 2005, con la jubilación y el regreso ante esos hiperconsumidores culturales, mi propósito fue dar el cuadro de cera, de preocupación.
    Por el comedor, en el momento menos pensado, alguien de la ciudad llega a la novela. Era el elemento siniestro. No sabía qué hacer con eso. En un mundo que ha cambiado, la imaginé besándome ella misma de realidad. Y tengo otros trofeos en mi haber: así que los puse en el freezer y empecé a escribir. Lo primero fue un castillo. Necesitaba un hotel. Que en el hilo sea perceptible un roce sutil, desconfiado. El mismo pueblo es un personaje central. “La esperanza es el sueño del hombre despierto”. El proyecto nació en 2000.
    ¿Qué hay de nuevo en las letras?

    [1] Duchamp, Marcel.

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